La medicina basada en pruebas o en evidencias, como habitualmente se traduce del inglés (Evidence Based Medicine –EBM-), se define como la integración del conocimiento y la experiencia clínica del profesional junto con la mejor evidencia científica proveniente de la investigación, siempre y cuando se haya asegurado una revisión crítica y exhaustiva de ésta.
Entendemos como experiencia profesional clínica a la capacidad, en nuestro caso, del rehabilitador, fisioterapeuta, logopeda o terapeuta ocupacional, que va desarrollando fruto del estudio y de la práctica de la profesión, y que le permiten proponer distintos diagnósticos o realizar diferentes técnicas terapéuticas.
Por otro lado, entendemos como evidencia científica, aquellos estudios que nos hacen tener la certeza de que una prueba va a permitirnos llegar a un diagnóstico determinado o de que un tratamiento realmente sirve.
No todos los estudios científicos tienen la misma validez o rigor. Se exigen una serie de requisitos para poder confiar en el resultado de un trabajo científico. Normalmente se necesitan varios estudios sobre un mismo tema, realizados por distintos investigadores, de distintos centros, en los que participen un número suficiente de sujetos, y en unas determinadas condiciones.
La evidencia científica respalda el uso de diferentes pruebas diagnósticas y tratamientos, incluso con un grado de recomendación “alto” o “fuerte” (es decir, varios trabajos científicos de alta calidad lo apoyan). En otras ocasiones, hay pruebas o tratamientos que la evidencia rechaza continuar con los mismos, dado que la investigación ha demostrado que no tienen validez o no producen el efecto deseado.
Existen varias maneras de clasificar la evidencia científica. Una de las más utilizadas internacionalmente es el sistema GRADE (Grading of Recommendations Assessment, Development and Evaluations), que siguiendo una serie de criterios nos permite conocer la calidad de un estudio, y así tener el suficiente nivel de confianza de que sus resultados son adecuados para recomendarlos.
Grado de recomendación | Implicación |
---|---|
1A – Recomendación fuerte. Evidencia de alta calidad | Recomendación fuerte, puede aplicarse a la mayoría de los pacientes en la mayoría de circunstancias |
1B – Recomendación fuerte. Evidencia de moderada calidad | Recomendación fuerte, puede aplicarse a la mayoría de los pacientes, no en todas las circunstancias |
1C – Recomendación fuerte. Evidencia de baja o muy baja calidad | Recomendación fuerte, pero puede cambiar cuando se disponga de mayor evidencia de calidad |
2A – Recomendación débil. Evidencia de alta calidad | Recomendación débil, la mejor acción puede variar dependiendo de las circunstancias de los pacientes |
2B – Recomendación débil. Evidencia de moderada calidad | Recomendación débil, la mejor acción puede variar dependiendo de las circunstancias de los pacientes |
2C – Recomendación débil. Evidencia de baja o muy baja calidad | Recomendación muy débil, otras alternativas pueden ser igualmente razonables |
¿Esto, qué quiere decir?
Pues, por ejemplo, si un tratamiento tiene un grado de recomendación 1A a favor de su utilidad, significa que existe un gran respaldo de estudios científicos a favor de ese tratamiento.
Asimismo, si un tratamiento tiene el mismo nivel de evidencia 1A en contra de su utilidad, significa que es una práctica que no debemos recomendar, puesto que existen pruebas de alta calidad de que no sirve.
Si una recomendación tiene un grado de recomendación 2C, ya sea a favor o en contra, debemos tener en cuenta que los estudios que lo apoyan son muy limitados o de poca calidad.
Sin embargo, la mayoría de las veces, en Medicina Física y Rehabilitación, las investigaciones realizadas no son capaces de asegurarnos que un tratamiento es realmente efectivo o no, o de si una recomendación es adecuada o no. Aunque puedan existir estudios que lo apoyen o lo rechacen, se necesitan cumplir los criterios que hemos explicado antes para poder confiar en los mismos. Por eso, es preciso una revisión crítica y detallada de cualquier estudio científico.
Junto a la experiencia profesional clínica y a la evidencia científica, existe otro componente fundamental de la toma de decisiones a la hora de recomendar una prueba diagnóstica o un tratamiento. Nos referimos a las características y preferencias del paciente. No siempre hay un único camino a seguir, a menudo le propondremos opciones que podrá elegir de una manera informada junto con nuestro asesoramiento.

Aunque en muchas ocasiones, practicamos una medicina que se centra más en el componente biológico o estructural de las enfermedades. Esta práctica se ve favorecida por una mal entendida importancia de los resultados de los ensayos clínicos que promueve la medicina basada en la evidencia.
Un ejemplo de esto, en nuestra especialidad de Medicina Física y Rehabilitación, es la tendencia a solicitar estudios de imagen, en particular resonancias magnéticas nucleares, conociéndose que la correlación entre las imágenes y la clínica es a menudo muy pobre, particularmente en los procesos dolorosos de origen vertebral. No obstante, tanto las expectativas y las demandas de los pacientes como la actuación de los profesionales conducen a la realización de estos estudios.
Nosotros proponemos practicar una medicina científica basada en un enfoque biopsicosocial de salud y enfermedad. Un enfoque médico que no se olvide de los aspectos psicológicos, emocionales, familiares y sociales de las personas, entre muchas otras cuestiones, que pueden ser importantes para la persona que padece.
Creemos en una medicina centrada en el paciente, que tenga en cuenta sus valores, objetivos y preferencias. Pero, al mismo tiempo, exija al paciente asumir un papel activo, participando y tomando decisiones, con una responsabilidad compartida, orientada a conseguir una alianza que favorezca su salud.